
He aprendido a no abrirme el pecho
y ofrecerte mis vísceras.
No cedo, como donante vivo, en plena consciencia [ahora sí]
todos mis órganos para salvarte:
no está bien, lo sé, no está bien dejarme la vida por otro
pero te ofrezco, al menos, lo que no me es estrictamente necesario
para que si me rechazas
aunque anestesiada,
dolida pueda levantarme decir: ojalá te mejores,
ojalá te mejores mientras yo
puedo seguir con mi vida.