
Sola en la cocina repaso las sobras del almuerzo;
he comido largo y tendido para preservar el habla entre bocado y bocado
me he llenado de más para ensanchar el momento del contacto, por la remanencia del mínimo roce posible
pero sórdidos, sin espera se desvanecen los cuerpos.
Tras acabarme el café, miro alrededor:
todo pulcro y silencioso, menos este poema.