Redireccionar mi vida

poiLlevo tiempo pensando que ahora empieza otro nuevo camino
y que yo aún no he decidido hacia donde dirigirme.
Cómo, esta vez, no seguir tus pasos,
el olor de tu perfume sobre tu bufanda,
el sentido que indican los dedos de tus pies.

He batallado con la rutina para decirle que hemos cambiado.
Que no vamos más de la mano
y que no vamos a comprar más billetes de autobús.
Que ya está bien con todos los que hemos acumulado…
Los he tirado al suelo
y he bailado
sobre ellos el mármol parecía menos frío y más blando.
Arrugados.
Masticados.
Digeridos.
Enmarcados por fecha y por sensación.
Aunque todos los días los hubiera pasado contigo,
riéndonos de cómo por un día no había limite entre nuestras pieles.
Escupido.
Mojados entre lágrimas y saliva.
Y besos de despedida.

Y cómo les digo yo a mis pies que ya no son bienvenidos en esa dirección,
que hay que buscar la salida de emergencia
y comenzar otro camino.
Y que en el fondo voy a seguir queriendo andar hombro con hombro contigo.
De la mano.
Hacia ningún sitio.
Hacia un lugar donde estancarnos.
Para avanzarnos y conocernos como a otras carreteras secundarias
con mucha más importancia que cualquier principal.

Saltar sobre todos los senderos que me llevaron a ti.
Saber que ya no habrá más billetes hacia donde tu estés.
«¿A donde va señorita?
A cualquier sitio, pero que esté lejos y no me permita volver»

A menos que esta vez decidas echar a correr conmigo.

Ah, y Feliz Navidad, supongo.
Aprieta el frío sin ti.
La felicidad me ha tendido una soga.
Y aún me estoy pensando qué hacer con ella.

Deja un comentario